viernes, 20 de noviembre de 2009

Una tarde ridícula: ¿secuestro o retención?

Los testimonios de lo que sucedió el 16 de octubre con el rector de la Universidad Nacional varían drásticamente. La rectoría habla de secuestro, mientras que el consenso general del estudiantado es negar rotundamente tal denominación.



La versión institucional dice que fue un evento infantil y desorganizado convocado por los estudiantes. Sin embargo, la sensación que quedó entre los alumnos fue que se les salió de las manos lo que solo pretendía ser una audiencia con el rector Moisés Wasserman para aclarar el tema del presupuesto que el gobierno le asignaría a la universidad.

Para Jaime Arenas*, estudiante de tercer semestre de la facultad de Filosofía de la Nacional, los sucesos que antecedieron a la retención del rector por cerca de 5 horas empezaron una semana antes. Cuenta Arenas que desde el jueves de la semana anterior varios estudiantes liderados por David Flórez, representante ante el concejo universitario, emprendieron diferentes marchas pacíficas en el campus para lograr una cita con Moisés Wasserman. Esa misma semana, estaba en pleno debate la ley en la que el gobierno y el Ministerio de Educación definieron un presupuesto que resultaba insuficiente para la universidad que, por su crecimiento, no alcanza a cubrir con este monto sus gastos de funcionamiento interno.

Según Arenas, había un interés general por conocer la situación y la propuesta de Wasserman ante esta medida que afecta significativamente a los estudiantes. “Entre nosotros hay un interés generalizado cuando hay algo que tiene que ver con nuestros estudios directamente. Como somos una universidad pública, somos una extensión del Estado. Todo lo que hagan nos importa. Aquí es realmente difícil no tener un sentimiento de protesta”. Así da explicación a por qué ésta universidad carga con el estigma de ser revolucionaria. Esto es un dolor de cabeza para la rectoría que, como refiere la vicerrectora Académica, Natalia Ruíz, no apoya ningún grupo de agitadores que pertenezcan a lo que fue un desorden inconsistente.

Para el día del suceso, ni los estudiantes, ni Flórez como vocero, habían logrado concretar una reunión con su rector. Por eso, a las tres de la tarde - cuenta Ruíz- Wasserman fue abordado por este grupo de estudiantes cuando estaba en una reunión el edificio del Departamento de Química. Luego de su reunión, salió en carro desde la calle 53 hasta la 26, donde se aglutinaron aproximadamente 300 personas, entre estudiantes, curiosos y ajenos, que detuvieron el automóvil. A muy pocos metros de esta calle está ubicada la facultad de donde saldría Arenas, junto con el profesor Luis Alfonso Hoyos, para presenciar el evento.

El profesor Hoyos describe lo que vivió, como “una tarde completamente ridícula donde había una actitud totalmente infantil e inconsecuente”. En esto coincide la vicerrectora puesto que, tanto el rector como los estudiantes, daban la misma pelea por aumentar el presupuesto para que la planta profesoral no se viera expuesta a recortes. Sin embargo, como enfatiza Arenas, ellos simplemente no estaban al tanto y pedían información.

Ya habían pasado casi dos horas y entre palabras soeces y gritos no se había logrado un acuerdo. El rector dentro del carro junto con cuatro escoltas, se comunicaba telefónicamente con la vicerrectora, quien a su vez tramitaba la presencia de la policía en el lugar. Mientras tanto, afuera, tanto los profesores como el representante estudiantil Flórez trataban de apaciguar los ánimos que entre tanta multitud empezaban a asustar a los pasajeros del vehículo. Según la versión de la vicerrectora académica, la agresión verbal llegó a ser una amenaza de muerte contra Wasserman que terminó por aumentar la tensión. Ni Hoyos ni Arenas dan cuenta de que hubiera habido tales palabras, pero sí la necesidad de apaciguar los ánimos.

Finalmente, entre los profesores presentes y Flórez, lograron concretar una reunión para el lunes siguiente y disolver la manifestación. El evento se disipó rápidamente y cinco minutos después se escucharon tres “papas bombas sonadoras” que anunciaban la entrada violenta de la policía y el Escuadrón Móvil Antidisturbios -ESMAD- al campus. Arenas dice que todos salieron corriendo. Él logró salirse por una zanja. Cuando llegó a su casa los medios ya hablaban de 23 detenidos en la persecución. Pero lo curioso es que ya la aglomeración se había disipado. Como suele ser normal en estas intervenciones del ESMAD, no solo contuvieron la situación -en este ya inexistente a su llegada- sino que a su paso rompieron ventanas y puertas de las instalaciones de la Universidad.

Esto termina por confirmar lo que Hoyos llamó un acto inconsecuente. Para las directivas de la universidad, siguiendo las indicaciones legales, la obstaculización del paso del rector por ser más de cuatro horas, se puede llamar secuestro. Sin embargo, como dice Arenas, las implicaciones de esta palabra afectan sobre todo a los que están dentro de la lista de sospechosos, que si llegaran a ser juzgados por este cargo podrían ir a la cárcel hasta por 20 años. El consenso entre los estudiantes, del que puede dar cuenta Arenas, es que fue una situación que se agrandó sin querer, pero principalmente causada por la desatención del rector frente a sus inquietudes. Por su parte, Hoyos como miembro del profesorado, dice que esa no era la forma de hacer las cosas y que la intención perdió todo su rumbo.

Finalmente, el lunes siguiente y a pesar de tener la Sala León de Greiff llena para la asamblea convocada por Flórez, no hubo presencia de las directivas. Ruíz dice que ante un evento obligado el rector no tenía por qué asistir y menos incumplir sus protocolos de seguridad para exponerse a otra masa de gente. El representante al consejo universitario, declaró a CityTV (ver video aquí) que todo el dispositivo de seguridad estaba dispuesto para su presencia. Como resultado, hay inconformidad general porque nunca se resolvió la tensión entre estudiantes y directivas. Por ahora, aunque ambos están de acuerdo con la necesidad de ampliar el presupuesto, Wasserman no ha sido visto por el Campus. Los estudiantes por su parte, quedaron con el sinsabor de reafirmar que es utópico el apoyo de las directivas en esclarecer las cosas y en tenerlos en cuenta en temas que los afectan directamente. Por lo menos esto es lo que dice Arenas, quien se promete estar presente siempre que se hagan marchas por el buen funcionamiento de su universidad.
* Nombre cambiado por seguridad.

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