viernes, 20 de noviembre de 2009

Un revolucionario en los Andes

Por María Andrea Pinilla

Camilo Uscátegui es un joven izquierdista de veinte años que reparte su tiempo entre sus estudios y sus proyectos políticos. Como miembro de un movimiento colectivo estudiantil de la Universidad de los Andes, pretende traer a la mesa la discusión respecto a la realidad social del país para promover iniciativas juveniles colectivas.



Vestido con una camiseta del Ché Guevara que dice Revolution, una chaqueta a cuadros y unas botas Brahma negras, me recibe Camilo Uscátegui. Un joven de extrema izquierda al que le gusta disfrutar de un buen vino y un buen plato en compañía de sus padres y amigos. Le gusta leer, jugar tenis, salir de rumba a un sitio de moda y viajar. Aunque gran parte de su tiempo lo dedica a sus actividades académicas y políticas, también está enterado de la farándula nacional y habla sobre cuáles son sus candidatas favoritas al reinado de belleza.

Sus compañeros de la universidad lo consideran una persona inteligente, activista y participativa. Aunque otros dicen que es muy extremista y creen que es de los que tira piedra en las manifestaciones.

Camilo cree en la construcción de una nueva sociedad. Le ambiciona conocer el mundo y tener una perspectiva crítica frente a la realidad del país. Esto, para llevar a cabo un ejercicio de activismo social y político de concientización y apropiación de los jóvenes sobre dicha construcción.

Él sueña una sociedad configurada con base en las diferencias, siempre y cuando estas diferencias no nieguen o subordinen al otro. Sin embargo, asegura que el discurso es muy bonito pero aterrizarlo a la vida real es un trabajo duro. Y ese es el reto que él está dispuesto a asumir como personal, pues no puede vivir feliz en un mundo donde se vive, se ve, se siente y se respira infelicidad. “¿Cómo puedo vivir tranquilo y feliz en un país que según dicen es el más feliz del mundo pero lo que yo veo es otra cosa?...Veo indiferencia, inequidad, injusticia, exclusión sistemática de clase y de las minorías étnicas, sexuales y raciales; subordinación, un conflicto armado degradado y cifras alarmantes de desplazamiento, eso es lo que veo yo”, dice Camilo con tono de indignación.

Actualmente, cursa sexto semestre de Ciencia Política y cuarto de Filosofía en la Universidad de los Andes. Su afinidad con las ciencias sociales se debe a su interés por poseer herramientas para comprender el fenómeno del poder debido a sus ambiciones teóricas.

Creció en una familia donde los valores que le fueron inculcados son lo que hoy lo hacen un joven que “no traga entero”, que es crítico, sincero, apasionado y algo terco. De su madre heredó el valor de comprender y entender al otro, de no juzgarlo. Ella le enseñó a ver el lado positivo de la gente, de las situaciones y hasta de los conflictos. Siempre le decía “algo bueno debemos sacar de esto”, recuerda. Su padre le inculcó la importancia de tener una actitud crítica frente a todas las situaciones. De él heredó la pasión por defender en lo que cree. Aunque sus padres son de izquierda, siempre respetaron la libertad de Camilo de escoger por sí mismo su postura política. No le vendieron la idea de que ser de izquierda era lo correcto y nunca lo llevaron a las manifestaciones o protestas a las que asistían. Fue por iniciativa propia que estando en décimo grado del colegio Emmanuel d´Alzon, sintió la curiosidad de asistir a una marcha tradicional de izquierda: la marcha del primero de mayo donde se celebra el día internacional del trabajo. Durante la marcha, tuvo la oportunidad de conocer a mucha gente que lo empezó a involucrar en movimientos sociales de izquierda. Ahora es participe de cualquier marcha o protesta en contra del paramilitarismo y de los crímenes de Estado y en pro de los sectores subalternos, explotados y subordinados.

La cultura de la no explotación, de la inclusión y de las oportunidades no es una utopía para Camilo, “es la sociedad que debemos construir donde las personas puedan realizarse plenamente en un Estado digno e igualitario”. Y esto es lo que ha intentado promover mediante movimientos colectivos de jóvenes estudiantes. Como presidente del movimiento estudiantil Círculo de Participación Crítica y Acción de la Universidad de los Andes, realizaron un performance simulando los falsos positivos al frente del edificio Mario Laserna con la visita del presidente Uribe Vélez a la universidad en 2008. Pintaron siluetas humanas en el piso y había personas disfrazadas de águilas negras que con pistolas de plástico mataban a los que tenían bolsas en sus cabezas. Al final del performance la única persona de pie era un estudiante disfrazado de Uribe.

También lo enorgullece la jornada del evento Colombia: ¿Otro falso positivo? que se realizó del lunes 9 hasta el jueves 12 de Noviembre de 2009. Este evento contó con la participación de nueve profesores invitados y de organizaciones como la Red Libertaria y Popular Mateo Kramer, la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, la Corporación para la Educación, el Desarrollo y la Investigación Popular, entre otros.
Un proyecto tentativo del círculo de participación es llevar el conocimiento fuera de la academia promoviendo la reapropiación del espacio y construcción del poder popular dentro de un barrio al sur de la ciudad de Bogotá. “Esto ya se está llevando a cabo por movimientos juveniles de universidades como la Distrital y la Nacional, pero no por universidades privadas”, dice Camilo.

Cada semestre este joven se turna la presidencia con su amigo Pablo, porque se rehúsa a la idea de un liderazgo. Según él, se deben generar procesos autogestionarios donde la opinión de todos tenga la misma cabida. “La idea es que sea horizontal, que todos los miembros tengan los mismos derechos y potestades. La idea es que todos tengamos el mismo empoderamiento”, dice.

Camilo no hace parte de movimientos sociales vinculados a partidos políticos, “no es simpatizante con la política partidista porque piensa que sigue siendo burocrática, aceptan hasta cierto punto y avalan la realidad del Estado en vez de tener un pensamiento progresista” afirma Julián, su mejor amigo en la universidad.

Tiene amigos de izquierda, de centro, gente a la que no le interesa la política y hasta de extrema derecha. Lo importante es respetar la posición de cada quien en la medida que no pase por encima de las libertades de los demás. Sin embargo, “él no podría ser amigo por ejemplo de skinheads o de racistas”, asegura su amigo Felipe. Respecto a esto, Camilo opina que tener amigos racistas, homofóbicos o fascistas no significa una contradicción a su ideología, él acepta las diferencias más no el dogmatismo y la rigidez de pensamiento, que cree es característica de este tipo de ideologías. Es radical en sus convicciones y su postura política, pues “todos deben defender en lo que creen pero no por eso dejar de visibilizar al otro”, por lo que se considera flexible y abierto al diálogo y a la discusión. “Yo defiendo un radicalismo de liberación, no una dictadura dogmática”, afirma.

Camilo, el revolucionario que busca la reivindicación de la “nación invisible”, sueña con un país digno e igualitario donde todos podamos disfrutar plenamente de nuestras vidas y celebrar nuestras diferencias. Eso lo haría feliz. Piensa que ser soñador no se opone a ser realista por lo cual hace una invitación a la sociedad de nuestro país parafraseando al Ché Guevara: “seamos realistas, hagamos nuestros sueños realidad”.

Para llegar a la sociedad deseada por él, “se debe empezar con la deconstrucción de las viejas categorías que generan diferenciaciones para construir una nueva forma de ser, un nuevo hombre que dé cabida al otro, que se reconozca a sí mismo en el otro, por lo cual no se considere al otro como una barrera sino como una condición de la realización de la propia diferencia”.

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